ADICCIONES, CINE Y MEDIOS AUDIOVISUALES UNA PERSPECTIVA DESDE LA ÉTICA Y LOS DERECHOS HUMANOS |
Adiós a Las Vegas 1995 |
||||
|
Director: Mike Figgis Elenco:
Nicolas Cage (Ben Sanderson) |
|||
CÓCTEL POR DORA SERUÉ
El film “Adiós a las Vegas” muestra le experiencia de un hombre adicto al alcohol que se despoja de todo lo que tiene, quema hasta sus documentos y decide irse a morir bebiendo, a la ciudad donde la licorerías nunca cierran. Allí conoce una prostituta, y comienza una relación sin esperanza hacia lo inevitable. Voy a detenerme en una escena de esta película, pero antes cabe aclarar que el modo de beber del personaje es en soledad. Varias escenas se ocupan de mostrarlo, comprando cantidad de botellas y tomando de ellas compulsivamente.
Dice la voz popular que la mezcla de bebidas alcohólicas no lleva a buen puerto, pero hay otras mezclas que el personaje no quiere hacer y se le aparecen allí donde no se lo esperaba, me refiero a la pulsión de vida. El nada quiere saber de vivir, más bien nos quiere mostrar el modo en que elige vivir. Para su sorpresa el Eros se colará en su experiencia. La desmezcla pura, la posibilidad de discriminar la pulsión de vida de la pulsión de muerte totalmente es imposible. En tanto estamos del lado de la vida aún en sus condiciones más extremas la mezcla pulsional estará presente. El suplemento erótico en mayor o menor medida se manifestará, por lo tanto también en los fenómenos de dolor el interjuego entre ambas pulsiones se sostiene. El deseo no se acalla tan fácilmente tendrá que abandonarse efectivamente el escenario de la vida para que este deje de hablar. Pero los efectos cambiarán sustancialmente de acuerdo con el grado de involucración entre ambas pulsiones, ya que las mezclas pueden descomponerse, y a tales desmezclas es lícito atribuir las más serias consecuencias para la función.
El personaje coloca en el lugar de la falta lo que la bebida le brinda a través de sus efectos, quedando expuesto al accionar de la pulsión de muerte, como un puro cuerpo. El goce siempre del cuerpo, no circula, no se desplaza como sí lo hace el deseo. Hay relación entre la pulsión de muerte y el masoquismo y específicamente es en el masoquismo moral donde se produce la desvinculación del objeto de amor y el padecer es lo que cuenta, se afloja el nexo con la sexualidad. Este hombre se ve privado su función sexual por efecto del alcohol. Se puede pensar que la pulsión de destrucción se vuelve hacia adentro y desde allí se abate con furia.
Una de las acepciones de la palabra adicto es: sin palabras, cuando falta la palabra hay un puro cuerpo que goza. La tramitación por la palabra se ve interferida, la única posibilidad de presentificar el objeto es conmocionando el cuerpo. Hay una suerte de sustitución en donde la alteración endógena, efecto de la intoxicación viene al lugar de la tramitación psíquica. Hay un permanente coqueteo con la muerte, quedando desarticulada la palabra y el cuerpo, arrojado a la pura sensorialidad es solo un cuerpo ante la ausencia de palabra que diga sobre su deseo.
Otro significado posible de adicto es “devotus”, “consagrado a”, “afecto a”, y que en la antigua roma implicaba a aquel sujeto que para saldar su deuda entregaba sus pertenencias y pasaba a ser esclavo de su acreedor. El personaje se despoja de sus pertenencias y se ofrece como esclavo del alcohol, la bebida lo llama, es un adicto al Otro.
En el encuentro con la prostituta lo único que entre ellos queda pactado es que ella no lo va a detener en este particular modo de acabar con su vida que ha elegido. En ningún momento él intenta abordarla sexualmente, a excepción de un encuentro donde ella toma la botella y comienza a bañarse en alcohol. Deslumbrado por la catarata de whisky que fluía sobre el cuerpo de su pareja logra exitarse. Es ahí donde la mujer le propone ir a un lugar más íntimo, él se levanta reclama un trago, tropieza con la botella y cae al suelo. Ella le dice: “¡Estas sangrando!”, a lo que él responde riendo: ”Estoy lleno de agujeros”. Hasta aquí la escena.
Se puede pensar que en el instante en que el alcohol fluye sobre su partenaire, el sentido del alcohol se desvía de esa monocorde tendencia en la que estaba coagulado y como efecto logra exitarse. Hay allí una mezcla pulsional en donde por ese instante Eros, la pulsión sexual, comanda la escena y el goce puede ser enmarcado.
Si en la relación con la bebida falla la relación del sujeto con el objeto causa de deseo en su dimensión simbólica, si hay solo un actuar destituido de la palabra, es en la contaminación de ambas pulsiones que el puede ocupar un lugar deseante y por ende sentirse “agujereado”. El tropieza con la botella, y es ella misma que lo póne en lugar de la falta. Una vez inscripta la fijación el sujeto jamás abandonará su modo de satisfacción. El personaje le confiesa:”Tu eres una especie de antídoto que mezclado con el alcohol me mantiene en equilibrio”, pero él nada quiere saber de este equilibrio ya que la mezcla mesurada de ambas pulsiones se le presenta como un lujo que lo distrae de su meta, la búsqueda incesante de la destrucción.
Entonces, ¿Cómo vérselas con un sujeto que supone haber hallado la certeza de su goce?, ¿Se puede pensar alguna relación entre esta mujer de ficción y la posición del analista?. A mayor desmezcla pulsional, mayor será la crueldad que impartirá el superyo, pero ni aún la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinal.
Ella se propone ante él como objeto causa de deseo y logra abrir cierta dimensión deseante que lo desvía de esta carretera hacia la muerte. La piedra en el camino ha sido sorteada pero solo por unos instantes. La imposibilidad de inscribir la diferencia sexual nos da como saldo la plasticidad, la sustitución, la posibilidad de cambiar las metas de las pulsiones de vida. Allí donde se evidencia el valor traumático de la sexualidad por el complejo de castración, aparece para el sujeto la chance de combinar sus cartas de un modo diferente cada vez. El falo aparece como única medida para ambos sexos, y el deseo que actúa como tope al goce se nos sigue escapando. Algo se atrapa pero nuevamente algo huye permitiendo relanzar el juego.
La posición del analista se aproxima a la posición femenina. La transferencia no se puede pensar sin un partenaire lógico que es el deseo del analista, y si este deseo opera para el paciente como enigma, en tanto incógnita, vale como causa.
|
||||