Magnolia
POR ALEJANDRO ARIEL
Es una experiencia que vale la pena
hacer. Experiencia que no puede ser substituida por la charla que
voy a dar hoy. Haré una pequeña reseña del film. Se trata de una
película de 1999, de origen norteamericano y de estreno reciente:
marzo del 2000. Entre sus muchas peculiaridades tiene la de durar
tres horas y diez minutos. En muchas películas puede significar
mucho. A mi no me pareció. Tuvo el mérito de mantenerme
absolutamente despierto en la trasnoche en que la fui a ver. Su
director es Paul Thomas Anderson y esta es su tercer película.
Es una película que pone en relación el
azar y la responsabilidad, una película que nos interroga acerca del
libre albedrío. El tema que elegí hoy puede formularse así: qué
se puede perdonar a un padre y qué no. En principio abriría la
cuestión en términos de si habría cosas que no se le pueden perdonar
a un padre. Se trata de una cuestión central para la vida, para la
existencia, para la materia que están cursando. Vale la pena
interrogarse respecto de esto. No en términos personales. En
términos personales cada uno sabrá qué le perdona a sus padres.
En principio voy a sostener que hay
cosas que no se le pueden perdonar a un padre y que perdonar esas
cosas que no se pueden perdonar, implica traicionarse. Este será el
punto de partida. La otra gran temática de la película que está en
relación con esto es una frase, una frase que nos concierne, una
frase que concierne al lugar en el que estamos, al país en el que
estamos y que también concierne a cada uno. La frase dice: “uno ha
terminado con el pasado, pero a veces el pasado no ha terminado con
uno”.
Voy a contar un poquito la película. El
film tiene un comienzo notable. Hay un edificio de nueve pisos, hay
un joven, un joven hombre, poco más que un adolescente. Está en la
terraza del edificio y uno presume que va a suicidarse. Se acerca al
borde de la terraza y efectivamente, se arroja al vacío.
Inmediatamente la escena pasa a uno de los departamentos tres pisos
más abajo donde el padre y la madre de este adolescente están
peleando, como siempre, brutalmente. Se nos hace saber que las
razones por las que este adolescente se quiere suicidar, o hace su
intento de suicidio –ya verán por qué fracasa- es porque no soporta
más las voces de sus padres peleándose. El adolescente se arroja, se
lo ve caer, la escena pasa a la casa de los padres, los padres están
peleando cerca de la ventana y en un determinado momento, harta de
la pelea, la madre toma un rifle y le dispara al padre. El padre se
corre, la bala pasa a través de la ventana y le acierta justo al
hijo que iba cayendo. Abajo había una red de pintores, o sea que el
chico se hubiera salvado si caía, gracias a esa red, pero la bala le
pega justo cuando va cayendo. O sea que lo que iba a ser un
suicidio, se transforma en un asesinato. La madre asesina a su hijo
allí donde dispara este tiro contra el padre. Ella se encuentra con
la contingencia de que peleando con el padre ha matado a su hijo.
Notable comienzo. Notable comienzo por
una razón, porque se nos advierte lo siguiente: que ese asesinato ha
sido por azar. Entonces se nos plantea que seguramente al espectador
no le ocurre nada de esto. Que son esas cosas raras que ocurren en
la vida y que uno puede estar tranquilo al ver esta película, porque
de las cosas raras que van a pasar en esta película, uno está
exento.
Cuando salimos del cine, a las cuatro de
la mañana, mi mujer me empezó a decir que en realidad yo le gritaba
a mi hijo cuando no estudia, que soy un desastre y todas las cosas
que le disgustaban de mí. A mí se me ocurrían muchas, sólo que no
las confesaba. Con lo cual esa trampa de que en el azar uno está
exento de eso, nos posiciona en un lugar muy singular.
En esta película de tres horas, hay una
hora y media aproximadamente que no se entiende nada. Hay una
historia, un pedacito de una historia, un pedacito de otra historia.
Además con una cámara muy singular, muy vertiginosa. Acá es donde
mucha gente se va del cine, o se aburre, o decide que la película es
una mierda. Yo, en un intento de recabar opiniones, fui al sitio de
Internet sobre Magnolia, en España. Y bueno, hay gente a la que le
gustó mucho, gente a la que no le gustó nada, que se aburrió. A mí
me producía fastidio no entender. Fastidio de verdad. Era la una de
la mañana, eran las dos… Pero un fastidio interesado. Tiempo después
pensaba en la película. Pensaba qué tenía que ver eso con muchos de
los análisis que yo conducía, donde uno se pasa un larguísimo tiempo
sin entender nada. Es más, si trata de entender rápidamente,
seguramente no va a poder seguir. Hay un largo tiempo donde no se
entiende. Como decía una paciente mía “¡qué difícil que es la cabeza
de la gente!”. Esta película nos propone esta primer dificultad. Un
vértigo de historias, un vértigo de historias que uno no sabe muy
bien cómo están relacionadas.
Hay tres padres. Uno de los padres es un
conductor de televisión viejo, en el ocaso de su carrera, un
conductor exitoso, no exactamente un galán, pero sí alguien muy
exitoso. Y del cual se nos informa que se entera que tiene un
cáncer. Es decir un padre conductor de televisión, viejo, que tiene
un cáncer y que va a morir. Hay otro padre que es un padre rico, muy
poderoso, viejo, incluso más viejo que el conductor de televisión,
también con un cáncer. Sólo que éste está en un estado terminal, no
puede levantarse de la cama. Este señor tiene una esposa, una
histérica, maravillosamente histérica, que obviamente se ha casado
con él por su dinero. Se nos muestra un progresivo enloquecimiento
de esta mujer. Empieza a ponerse exasperada, mal. No se entiende
porqué. Un tercer padre, joven, que no puede arreglárselas muy bien
con sus tiempos, que parece no tener esposa y que tiene un hijo y
quiere que ese hijo gane un concurso en televisión, de esos para
niños prodigio, y que lo que más le importa en la vida es que su
hijo sea ese hijo prodigio.
Tenemos entonces tres padres. También
hay tres hijos. Hay un hijo, el hijo del padre rico, que es un joven
que usa el apellido de su madre. Es una actuación de Tom Cruise
verdaderamente maravillosa que a uno lo reconcilia con lo que es un
buen actor. Es un joven del cual se nos cuenta que es una especie de
fanático que enseña a los hombres cómo dominar y vengarse de las
mujeres. Es decir que el tipo está en una especie de congregación de
fans donde hay cuarenta, cincuenta hombres en una sala. Entonces el
tipo dice “¡viva la pija!”, y cuarenta tipos gritan “¡viva la
pija!”. “¡Se tiene que arrodillar!” –“¡Se tiene que arrodillar!”. Es
una especie de parafernalia que dura unos quince minutos, que en
verdad no tiene nada de obscena. Es muy loca, en el sentido de
fantasmagórica, la escena de esos hombres que van entrenándose en
cómo dominar a una mujer. Ese es uno de los hijos.
El otro hijo es una muchacha,
relativamente joven, adicta, adicta a la cocaína, perdidamente
adicta y absolutamente exasperada. Con ese vértigo que da la
cocaína, más una exasperación que va más allá de su adicción, una
exasperación de una ferocidad absolutamente creíble. Eso no se
soporta, la presencia de esa mujer, ella nos transmite ese punto
de no soportar el tiempo ni los espacios. Esta muchacha es hija del
conductor de televisión.
El tercer hijo, que es un nenito, es un
niño prodigio, el hijo de este tercer padre que quería que su hijo
fuera un niño prodigio y ganara el concurso por televisión. Hay
también un policía, un maravilloso policía, lo suficientemente
ingenuo como para poder parecer tonto ante sus pares. Tiene una cara
de tonto absolutamente impar. Y lo es en el mejor sentido del
término. Va a ser un protagonista esencial en la trama de esta
película. También hay otro personaje que es un homosexual denigrado
por su patrón que es un ex niño prodigio. Que todo el tiempo reclama
a su patrón que está siendo malpagado. Que él era un niño prodigio.
Hay también un hombre, un personaje muy
singular, un señor que parece tonto. A veces da la sensación de ser
un perverso. Que se revela luego como no siendo ni tonto ni perverso
y que es un señor de una organización de esas que ayudan a morir a
las personas con cáncer, que asisten a los enfermos con cáncer en
sus momentos terminales y que está asistiendo a este padre rico,
marrón ya con la muerte en la piel. También hay una madre engañada,
que es la esposa del conductor de televisión, una mujer que no ve a
su hija hace muchos años, porque su hija es adicta. Y la mujer
parece estar totalmente fascinada con su marido, ese hombre galán,
exitoso.
Está también esa histérica, casada por
el dinero, que hace una transformación interesantísima, porque ella
se arrepiente de eso y todo lo que quiere es que se cambie el
testamento. ¿Por qué?, porque se enamora de su marido poquitos días
antes de que muera, cuando lo ve con la muerte ya pintada en el
rostro. Es decir, ella se arrepiente de su deseo de muerte -que
tiene que ver con ese dinero- y va vociferando por el mundo que
quiere cambiar el testamento, que no quiere recibir ningún dinero,
que ella ha encontrado al amor de su vida.
Las tres cuestiones que me parecía
interesante situar son las siguientes. Este padre rico que está
muriendo, le dice a este enfermero que su último deseo –sabe que va
a morir muy pronto- es ver a su hijo, a quién no veía desde hace
muchos años. Entonces, le pide al enfermero si lo puede buscar. Este
enfermero se pone a buscarlo. No lo encuentra, hasta que se entera
que este hijo utilizaba el apellido de la madre y finalmente lo
ubica. Entonces le dice que su padre está muriendo y que como último
deseo quiere que este hijo vaya a verlo. Se nos cuenta que este
padre, cuando el hijo tenía catorce años, la madre de este chico se
enferma gravemente y este padre, enojado por esta situación, enojado
al modo en que el enojo muchas veces se usa como coartada para no
ser responsable, se enoja, se va y deja a este muchacho de catorce
años cuidando a su madre enferma, que pocos meses después muere.
Este padre deja a este hijo cuidando a su madre. Este hijo que tiene
que cuidarla hasta morir, decide cambiarse el apellido. Se saca el
apellido del padre, se pone el de la madre y construye a lo largo de
su vida un odio hacia ese padre. Es decir, él se pregunta si puede
perdonar a ese padre que lo dejó solo al cuidado de su madre
muriéndose sin asistencia. Lo abandonó a su propia suerte y al
cuidado de esta madre que iba muriendo. Lo primero que se pregunta
es si él va a ir a verlo, o si el odio hará que no responda al
llamado de su padre. Esta es la primer pregunta que se hace.
Pregunta en la que él va transcurriendo, penosamente, hasta que al
final decide ir. Llega, el padre está prácticamente muriendo, pero
se nos hace saber que hay alguna noción, alguna idea en ese padre
acerca de que su hijo había acudido a la cita. Y ahí, luego de haber
acudido a la cita se da una situación absolutamente dramática en la
que con muy poquitas palabras se nos hace saber la dramática de ese
hijo, que después de haber acudido a la cita, frente al lecho de
muerte de ese padre, si él iba a perdonarlo o no. Si el momento de
la muerte de ese padre iba a justificar o iba a aportar una razón
para que él lo perdonara. Luego hay un momento desgarrante y este
joven lo reputea. Lo reputea. Aprovecha esa ocasión para decirle que
eso no era justo, que eso no se hacía, que lo había dejado en una
situación desalmada, que no había estado a la altura de lo que
implica ser un padre. Es decir, no lo perdona. No lo perdona.
Eso es una secuencia. Un hijo y un
padre. Otra secuencia: el padre que lleva a su hijo para ganar el
concurso. Concursan tres pibes contra tres adultos, un sistema de
puntos, en fin… De los tres pibes el que más sabía era este
chiquito, que era una especie de niño prodigio, que sabía todo. En
un determinado momento, el pibe tiene ganas de hacer pis. Viene la
propaganda, el pibe le dice a la productora que quiere hacer pis. La
productora no lo escucha, estaba atenta al movimiento del programa,
y le dice que no. Y el pibe aguanta, aguanta. Haciendo equilibrio
con las piernitas para no hacerse pis, hasta que empieza a no poder
contestar las preguntas. Claro, estaba ocupado aguantándose. Le
vuelve a decir a la productora y ella no le da pelota. Parece que
los niños prodigio no tienen espacio para mear. Y así sigue, y
sigue. En un momento, uno no sabe muy bien si efectivamente él se
hace pis o si toma la decisión de hacerse pis. A partir de que se
hace pis en esta circunstancia absolutamente cruel, con sus
compañeros al lado, que se habían dado cuenta, con todas las cámaras
de la televisión el público, los otros, él se ha transformado en un
niño cualquiera. Ya no recuerda las respuestas a las preguntas. Ya
no es un niño prodigio. Es un niño que no tenía espacio para ser
niño. Entonces no contesta, no contesta, no contesta. Los otros
chicos, que sabían muy poco, se apoyaban en él, hasta que finalmente
pierden. Ganan los adultos. Cuando el padre viene, desesperado
porque había perdido, porque no habían ganado. ¿Por qué no había
contestado? ¿Qué había pasado, qué había pasado?, el pibe se queda
mudo. Y los dos compañeritos le dicen: se hizo pis. Entonces el pibe
escapa. la escena se cierra con una frase de este niño a este padre
que dice: que quizá a él -al padre- le haría bien poder amar más a
su hijo. Fin de la segunda historia.
En la tercer historia, el conductor del
programa de televisión en el que estaba el chico, va a visitar a su
hija y su hija lo echa brutalmente. "'¡No te quiero acá, no te
quiero acá!" Brutalmente. El le dice: me voy a morir, me voy a
morir. Falta poco, dos meses, ella lo echa pero muy exasperadamente
-ya van a ver por qué uso esta palabra. Este señor regresa a su
casa. Su mujer le dice si logró que la hija lo recibiera, pero él
dice que no. Entonces él le anuncia que ha llegado al final, que va
a morir y que le quiere confesar una cosa antes de morir y es que ha
tenido amantes. La mujer acusa el golpe frente a esta confesión que
se le acaba de hacer, este arrepentimiento que él manifiesta, pero
ella sale airosa de la confesión. Ella lo sabía. Lo trata de animar,
le dice que él va a seguir siendo siempre su galán. Esta mujer entre
que lo sabe y lo perdona. Pero esta señora le hace una pregunta, le
dice: decime, ¿por que nuestra hija no ha querido hablarte desde
hace muchísimos años, por qué no te recibe? ¿Por qué te odia, por
qué, qué pasó? Entonces el tipo, que ya estaba totalmente en el
terreno de la confesión, le dice que él no sabe qué pasó, que en
algún momento, cuando su hija era mucho más joven, seguramente en
alguna borrachera, en algún momento de confusión para él, él había
abusado de ella. La mujer lo mira. Se acaba de enterar, no lo
esperaba, aunque alguna intuición debía tener, por eso la pregunta.
No lo perdona. Se levanta atemorizada y decide ir a la casa de la
hija. Decide ir a recuperar esa hija a quién ella había perdido en
aras de ese galán que era su marido. Va a la casa de esa hija a
decirle que ahora finalmente ella sabía lo que había pasado entre
ese padre y esa hija. Y la hija dice: no lo perdono. Aun ante la
muerte, aun en ese momento, no lo perdono.
Hay un intermediario, un policía que en
realidad no se las sabe arreglar ni con su vida, ni con las mujeres
ni con su condición de policía y que un día, haciendo una requisa en
la casa de esta muchacha comienza a enamorarse de ella.
Todo esto llega a una especie de clímax
donde empiezan a entenderse las cosas. Muy opresivo, y de repente
ocurre una de esas cosas que a uno lo sorprenden. Se empiezan a
sentir golpes. Pero brutales. Uno tiene la sensación de que el
cuerpo de uno es golpeado y que uno no sabe qué es lo que está
golpeando. A veces uno sabe por qué se produce el ruido, pero
cuando uno no puede identificar ese ruido, bueno, así son los
golpes. Cada vez más, cada vez más, y de pronto la película deja
saber qué está pasando. Empiezan a llover sapos. Sapos. Pero no un
sapo, diez sapos, mil sapos, millones de sapos. Verdaderamente es
alucinante, porque uno ha sentido los golpes en el cuerpo, por lo
tanto cuando se empiezan a ver los sapos, uno ya no sabe si están
cayendo en la escena o sobre nuestro propio cuerpos, golpeando. Es
brutal. ¿Vieron como cuando graniza? Bueno, acá granizan sapos. Y se
revientan contra los autos, y se revientan contra las casas, y
rompen los vidrios de las ventanas, y golpean y golpean y golpean.
En verdad, cuando uno se acostumbra a la lluvia de sapos, uno ya
está muy golpeado.
Hay un toque absolutamente ridículo. El
policía había perdido la pistola. Y no la encontraba, estaba
preocupadísimo. Y entre la lluvia de sapos, entre los millones de
sapos, cae la pistola. Es ridículo…
Es imposible dejar de relacionar esto
con las maldiciones que Dios descarga sobre el hombre en el período
de Exodo. Las maldiciones que Dios descarga sobre el hombre en el
Viejo Testamento. Es el Dios castigador -el Dios del Viejo
Testamento es castigador, el del Nuevo Testamento es misericordioso.
Las maldiciones, allí donde se han transgredido algunas cuestiones
esenciales. Hay un pequeño párrafo del Exodo que es muy útil, que me
va a ser muy útil también acá, que dice así: castigaré la
inequidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me odian. Inequidad es una palabra que en
la doctrina denomina una injusticia mayor que no ha sido castigada
por la justicia de los hombres. Por ejemplo, un desaparecido es una
inequidad. Un incesto es una inequidad. Un desaparecido, es decir,
reducir un sujeto a sus restos no enterrados, no inscriptos.
Una inequidad es la de estos padres, dos
de ellos. Una inequidad significa que algo, una injusticia mayor, un
pecado capital se ha cometido y se ha burlado la justicia de los
hombres. Entonces, castigaré la inequidad de los padres ¿dónde?, en
los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian.
Qué quiere decir "qué me odian". Esto quiere decir que son
cómplices, aun no sabiendo cuál fue el crimen, son partícipes de ese
crimen. Ahí podemos encontrar -uno lo encuentra frecuentemente en el
consultorio- que la psicosis aparece en tercera generación, en
cuarta generación. Y cuando uno rastrea la genealogía de esa
psicosis, se encuentra con la inequidad. No estoy hablando de esas
pareja perversas cuyos hijos son todos psicóticos. Estoy hablando de
una pareja "normal" que de pronto tiene un hijo psicótico, de esas
parejas que se preguntan, ¿por qué mi hijo salió así, qué hice yo?
Castigaré la inequidad de los padres en
los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian.
Y habrá -termina la frase- mil generaciones de misericordia para
aquéllos que me amen. Los que lo aman son aquéllos que ponen a la
luz lo que quedó oculto ante la justicia de los hombres. Esta es una
tarea que no sólo hay que hacer en el orden subjetivo, cuando a uno
le toca, sino también en el orden social. Si no, la desgracia sobre
Tebas no para. Entonces, qué se puede perdonar y quién puede
perdonar. Son dos preguntas completamente distintas.
¿Qué es un padre? En principio podríamos
decir que un padre es aquél que ha dejado de ser hijo. Un padre es
aquél cuya generosidad consiste en dejarse amar por un hijo. ¿Cómo
les hago intuir esto? Les voy a contar una anécdota, que para mí fue
muy trascendente, que tiene que ver con mi tercer hijo, Alejo, que
tiene once años. Hace poco más de dos años, yendo a ver fútbol un
domingo, él me dice: "papá, yo te quiero más a vos que vos a mí". Yo
lo miro, íbamos a la cancha, tuve ganas de no darle pelota, encendí
la radio, entonces le dije: "no, yo te quiero más a vos que vos a
mí". El tipo, firme: "no papá, yo te quiero más a vos que vos a mí".
Yo no entendía nada de lo que estaba diciendo y lo único que podía
era repetirle "yo te quiero más a vos que vos a mí". Todo esto duró
casi dos años. Se transformó en un juego, obviamente, porque por
alguna rara sabiduría, ninguno de los dos quiso explicitar el
porqué "yo te quiero más a vos que vos a mí". Esto siguió hasta
hace dos meses.
Hace dos meses yo no se porque, quizá
por una reminiscencia de otro orden, me enteré que había salido una
nueva edición de Pinocho. Y que tiene una gran virtud, tiene los
dibujos originales de Collodi. Ustedes saben que Pinocho fue una
historia que empezó a aparecer en los diarios, que a los pibes le
gustaba muchísimo y que al final Collodi las juntó todas en un
libro. Estas historias venían ilustradas. Esta edición tiene la
virtud, les decía, de contar con los dibujos originales. es muy
agradable que uno puede ver al muñequito tal cual como se lo
imaginaba entonces. Yo me decía cómo habrán sido los niños en el
siglo pasado. Lo releí y me llevé una sorpresa. Allí entendí qué me
decía Alejo y por qué tenía razón. Ustedes saben que Pinocho es la
historia de un madero parlante, como somos nosotros, maderas
hablantes. Que mientras es muñeco, hace cualquier quilombo. Le
prometen que va a haber joda en algún lado, deja la escuela y se va
de joda. Y así, casi, como una especie de pequeño insensato perverso
polimorfo va cediendo ante las tentaciones. Y él recuerda de vez en
cuando a su padre Gepetto, que pobrecito debía estar extrañándolo.
El superyó es el grillo, que cada tanto le dice que esto y que lo
otro. Pero el tipo sigue de joda. Hasta que en un determinado
momento se entera de que a su padre se lo comió una ballena. Y
entonces lo va a salvar. Y efectivamente, no va porque su padre lo
va a extrañar, sino que va a salvar al padre. Y emprende un camino
que lo lleva hasta la ballena y salva al padre. y nada y nada, y él
salva al padre. Y después de ese salvataje, él llega, se acuesta y a
la mañana siguiente es un niño. Ya no más un muñeco. Mira al muñeco
que esta tirado en una silla y dice: "que cómico que era yo cuando
era un muñeco". Esta historia me permitió entender lo que me decía
mi hijo. Mi hijo, como Pinocho, quería salvarme. No sé de que. O sí,
puedo saber de qué, pero no se los voy a decir. El quería salvarme.
El decía que me quería más a mí de lo que yo lo quería a él. Y esto
debía ser efectivamente así, porque si yo seguía queriéndolo más a
él que él a mí, yo iba a ser amante, enseñante y activo. Y él iba a
ser amado, enseñado y pasivo. Y se ve que había llegado el momento
de dejar de ser muñeco. Y él quería ser amante, enseñante y activo.
El quería hacer su primera experiencia en el orden de un sujeto. La
maravillosa transformación de un hijo. Cuando él toma, incorpora lo
que le enseñamos, lo que lo quisimos y la actividad que tuvimos. en
ese momento él incorpora eso, porque si no cuándo va a incorporar
todo eso, y con quién lo va a practicar si no en principio con el
padre. Entonces, un día finalmente le digo a mi hijo: la verdad, vos
tenías razón: vos me querés más a mí que yo a vos. Entonces me mira,
desconfiado, y me pregunta "¿por qué?" entonces yo le digo: yo no sé
explicarte porque, pero te voy a decir esto: yo te extraño más a vos
que vos a mí. "Sí, papá, entendiste". Claro, si él me podía amar más
a mí que yo a él, él podría amarme y brindarse y yo iba a poder
extrañarlo más a él que él a mí.
Un padre es aquél que ha dejado de ser
hijo. Un padre es aquél que tiene la generosidad de dejarse amar por
un hijo. la película termina, nos abandona. el único hijo que
perdona es este que le dice al papá deberías amarme un poco más. Y
hay dos hijos que no perdonan. Entonces hay un momento de la
película, después de la lluvia de sapos, en que el policía agarra a
un personaje que está robando, lo va a encarcelar y lo suelta. Otro
personaje le dice que también tenemos que saber a quién tenemos que
perdonar y quién necesita la cárcel. Pero cómo podemos saber
nosotros, los hombres, qué perdonar.
Voy a ir a un texto, que me parece
maravilloso. Es el texto que usa Lacan para decir que la psicosis se
produce en tercera y cuarta generación. Un pequeño pasaje de la
carta de San Pablo a los Efesios. Esto me va a ayudar a contestar la
pregunta: qué se puede perdonar a un padre. Se trata del mandamiento
honra a tu padre y a su madre. "Hijos, obedeced a vuestros padres en
nuestro Señor, porque esto es lo justo, para que tengáis larga vida
sobre la tierra. Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos,
sino educadlos en la disciplina y amonestación del Señor." Voy a
leer la frase de atrás hacia delante.
Uno se pregunta qué será exasperar a un
hijo. Desde el hijo, uno podría contestar un montón de cosas que lo
han exasperado a uno, pero no se trata acá de cada uno. Se trata de
la frase: no exasperéis a vuestros hijos, sino educadlos en la
disciplina y castigo del Señor La palabra Señor no nos dice mucho.
Pero cuando uno ha llegado a comprender que el Señor tiene otros
nombres, uno de los cuales es el inconsciente. O que efectivamente
podemos decir que ningún hombre es Dios. Esto es absolutamente
esencial, porque si un hombre fuera Dios, o pudiera actuar en nombre
de Dios, se llamaría Videla.
Educadlos en la disciplina y
castigo del Señor y no en la de vuestro capricho.
Si nadie es el nombre de Dios ni el nombre del inconsciente, nadie
sabe todo de cómo educar, ni de cómo amonestar, por lo tanto eso
atempera el castigo, dicho de otro modo, el fantasma. Exasperar a un
hijo es educarlo de acuerdo al propio capricho, o en relación al
fantasma, o en relación a su propio síntoma. Entonces, si los padres
prometen eso, no exasperar a sus hijos, entonces sí, hijos,
obedeced a vuestros padres en el Señor. Obedeced a vuestros
padres en ese lugar en donde ningún padre es Dios, donde ninguna
conciencia es el nombre del inconsciente. Obedeced a vuestros padres
en el Señor, porque esto es lo justo. Es decir, la justicia no es el
capricho de ningún hombre, no es el capricho de ningún padre.
El joven hijo que acude a la cita, en el
momento de la muerte de su padre no reniega de su filiación, pero no
lo perdona. El capricho de un padre lo había dejado entregado a la
muerte de una madre. La joven, ante la comunicación de la muerte de
su padre, no lo perdona, lo expulsa. La exasperación de esa marca
que ese padre había dejado: uno a veces termina con el pasado,
pero el pasado no terminó aún con uno. Efectivamente, si esos
dos hijos hubieran perdonado respectivamente a sus padres, hubieran
traicionado a Dios, hubieran traicionado su propia existencia en
tanto sujetos, en tanto sujetos libres de herencia, libres de
genealogía.
Quién no va mas allá de la propia
genealogía, la tenga que agradecer o no, será un hombre hablado,
sólo hablado. Curarse es dar la posibilidad de que exista el azar.
Cuando alguien va tomado por ese eje que es el deseo y su culpa y
ese otro eje que es "soy hablado por los restos de relatos con que
me hice" y eso es lo que escuché, lo que soy, lo que escuché, lo que
dijeron. Cuando alguien va así a un análisis, porque sufre y dice no
al azar. Alguien dice "mala suerte", no comerciar con el azar. "Mala
suerte" es tener un destino escrito. En verdad, todo análisis que se
precie no sólo implica llenar los recuerdos infantiles. Hay una mala
herencia lacaniana que sólo habla de esto en psicoanálisis. Es
también construir una genealogía que a uno le permite leer que su
destino está escrito en la historia. que la del tío, que la del
papá, que la del abuelo, por eso corre el riesgo de creerse un
inventor cuando en realidad no es más que un muñeco tironeado por
los amores y los odios.
En la Divina Comedia, cuando Dante le
pregunta a Beatriz en el Paraíso ¿cuál es la cosa que más quiere
Dios del hombre? Lo que más quiere Dios del hombre es el libre
albedrío. La ocasión de poder elegir. No es una boludez, se
construye. Porque algunas veces, uno, creyendo elegir, uno no hace
más que recrear aquello como uno ha sido. La ocasión de elegir
permite la existencia del azar; no hay libertad posible sin la
capacidad de elegir. Efectivamente, hay cosas que de un padre se
pueden perdonar, y hay cosas que no está en un hijo perdonarlas.
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